La Biblia dice en Ezequiel 3:26

“Además yo voy a hacer que tu lengua se te quede pegada al paladar y que te quedes mudo. No podrás reprenderlos, aunque son un pueblo rebelde.”

Los profetas de Dios eran llamado para anunciar la palabra de Dios, en ocasiones eran palabras de ánimo, en otras de condenación y en otras para anunciar hechos de la poderosa mano del Señor ya sea para liberar o para arruinar y tenían que comunicarla al pueblo de Israel sea cual fuera.

La palabra dirigida a gente que quería obedecer a Dios y que era visitada por él por parte de un enviado del Señor con un mensaje era relativamente una labor fácil para el emisario del Creador, pero para un pueblo obstinado, rebelde, contumaz y de dura cerviz se convertía hasta en un riesgo para quien les llevará la revelación divina.

Ante la evidente y abierta rebeldía de Israel en los tiempos de Ezequiel, Dios determinó enmudecer a su siervo para que no los reprendiera debido a su desagradable desviación de los mandamientos del Señor, un hecho inusual, e incluso, contra la propia naturaleza del llamado que el Señor le había hecho.

Esa determinación confunde más a los rebeldes porque llegan a mal pensar que Dios no esta tan desacuerdo con su nefanda conducta, pero no. Dios en realidad ha tomado la decisión de no reclamarles nada por medio de sus profetas, una decisión que abre las puertas de su intervención directa para sancionarlos.

Al profeta Ezequiel lo enmudeció pero solo con la finalidad de mostrar que el pueblo de Israel había colmado su paciencia debido a su rebeldía y el profeta obedeció plenamente y no molestó porque Dios no le permitió dirigir su duro mensaje a su nación, lo que nos deja una enseñanza muy clara.

Ante un rebelde o rebeldes o rebelión muchas veces será mejor quedarse callado y dejar a la compasión divina la situación de ellos porque es claro que no tienen la menor intención de cambiar su estilo de vida. El silencio es la mejor condena para aquellos que viven apartados del Señor por decisión propia.

Dios le habló a su profeta para anunciarles que vendría un tiempo de silencio, interrumpido solo para determinadas situaciones que él mismo decidiría y su siervo lo entendió y se calló para no hablar más.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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