La Biblia dice en Jonás 1:13

“Los marineros se pusieron a remar con todas sus fuerzas para acercarse a tierra, pero no lo lograron, porque el mar se embravecía cada vez más.”

Los marineros que viajaban con Jonás estuvieron en un gran predicamento cuando el profeta les declaró que la violenta tormenta que los acosaba y estaba a punto de hundir la embarcación en la que viajaban era responsabilidad exclusivamente suya, ya que huía de la presencia del Señor del cielo y de la tierra, dueño y gobernante de todo, incluso del mar.

La única manera de que se calme el clima y en consecuencia las aguas marinas se aquieten, les dijo, es que ustedes me arrojen al mar y fue entonces que los marineros remaron con todas sus fuerzas para acercarse a tierra, pero ya no pudieron lograrlo porque las olas crecían y crecían y hacían imposible mover la nave hacia ninguna parte.

La acción de los marineros nos muestra de manera clara lo insulso, lo inútil y lo vano que resulta luchar contra los decretos o determinaciones que Dios ha tomado respecto a una persona o nación. Cuando Dios ha decidido algo, poco podemos hacer porque nos cercará, nos llevará a reconocer que nuestras fuerzas o pensamientos no pueden hacer nada.

Los marinos no lo sabían, pero no estaban luchando contra las olas del mar, sino contra Dios mismo que había resuelto llevar a Jonás a predicar a Nínive, pero antes había de darle una lección que además de hacerle ver que la voluntad de Dios es por mucho más que lo que el hombre quiere, desea o siente.

Pero además la historia de su profeta rebelde sería usado como metáfora de la muerte y resurrección de Cristo unos ocho siglos después de ocurridos estos sucesos en el mar Mediterráneo donde sucedieron cerca de las costas de la ciudad de Jope donde Jonás se embarcó rumbo a Tarsis tratando de huir de la presencia del Señor.

El casi naufragio que vivieron quienes viajaban con él nos recuerda para no olvidar nunca que los planes de Dios se llevarán a cabo y cuando nos openemos a ellos Dios es capaz de levantar tormentas de grandes dimensiones para hacernos regresar a cumplir nuestro llamado de servicio a su nombre.

Luchar contra ello es vernos como los marineros que no querían arrojar a Jonás al mar, inútil y contraprudecente porque nunca lograremos doblar la voluntad del Señor cuando él ha tomado una resolución sobre nuestra vida.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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