La Biblia dice en Juan 6:35

Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida. El que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que cree en mí, nunca tendrá sed.

Los judíos guardaban en su corazón la manera en que Dios los sustento en el desierto a través del maná. Los cuarenta años en el desierto hubieran sido imposibles si no fuera por el alimento que recibieron diariamente hasta que llegaron a la tierra prometida y dejaron de recibirlo.

Jesús acaba de alimentar a cinco mil personas con tan solo cinco panes y dos pescados, de tal manera que sin quererlo evocaron los acontecimiento sucedidos en el desierto durante su trayecto a la tierra que Dios había prometido Abraham, y comenzaron a relacionar ambos hechos y por eso preguntaron a Jesús qué señal hacía o qué obra desplegaba.

Jesús entonces aprovecha para hacer una distinción clara sobre el maná y su persona. El maná fue un alimento temporal. Duró cuarenta años y quienes lo probaron resolvieron exclusivamente su necesidad material. Tenía la intención de que al usarlo la gente pudiera mirar a Dios como su gran proveedor, pero ellos no lo vieron así, al contrario se quejaron.

En cambio su persona se convertiría en el pan verdadero porque tendría la capacidad de llenar y satisfacer plenamente y para siempre las necesidades que los seres humanos tiene en esta vida. Jesús les dijo a sus oyentes que frente al maná era superior porque él si era un pan procedente del cielo.

Evidentemente Jesús estaba utilizando una metáfora para que ellos comprendieran los alcances de ir o aceptar a Jesús y luego creer en él. El desafío era, entonces, recibirlo y creer, algo que muchos comenzaban a hacer, pero que otros tantos evitaban porque no podían concebir que un hombre como ellos pudiera decir esas palabras.

Juan nos relata el gran conflicto que vivieron muchos debido a que les resultó muy difícil recibirlo y creer en su persona. Ese mismo conflicto se sigue viviendo en nuestros días ante la figura de Jesús. Hoy como ayer, acercarse a Jesús parece un locura para muchos y creer en él parece también descabellado.

Sin embargo su ofrecimiento sigue siendo el mismo. Jesús puede llenar nuestras vidas con su persona y hacer de nuestra existencia un experiencia de satisfacción de tal manera que no tengamos necesidad de recurrir a nada para sentirnos plenos, llenos, completos y evitar la sensación de vacío y soledad.

Jesús es el pan del cielo que llena la vida de quienes lo reciben y creen en él. Nunca nadie que le da el primer lugar en su vida estará vacío o sin fruto. La vida en Cristo es una experiencia llena de satisfacciones, indudablemente.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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