La Biblia dice en Lucas 4:30
“Pero Jesús pasó por en medio de ellos y se fue.”
La relación de Jesús con sus paisanos de Nazaret no fue la mejor que se podía dar. Para ellos fue siempre el hijo de José un carpintero de esa comunidad y por esa razón Jesús acuñó una frase que hoy se cita por todos lados: “nadie es profeta en su propia tierra”, para señalar la falta de reconocimiento que padeció entre ellos para ser aceptado como el Mesías.
De hecho Lucas termina su relato de Jesús en la sinagoga de Nazaret con este verso que nos muestra que Jesús los dejó y se fue de allí luego de ingresar a ese lugar de estudio y meditación de la Escritura, leer el pasaje de Isaías 61: 1-2, decirles que esa Escritura se cumplía en su persona y como respuesta los habitantes de esa villa lo quisieron despeñar desde una montaña.
La hostilidad de los nazarenos con Jesús se debió a su incredulidad. De hecho a mayor falta de fe las personas reaccionan virulentamente ante quienes ejercen confianza en Dios o ante quienes los llaman a confiar en Dios. Ellos no recibieron muchos milagros a causa de su incredulidad y cuando Jesús estuvo entre ellos lo maltrataron.
Y por esa razón Jesús los dejó. Lo hizo no sin antes recordarles que en tiempos de Elías había muchas viudas en Israel, pero el profeta fue enviado a Sarepta a una mujer gentil sola que vivía con su hijo, de igual modo les recordó que en la época de Eliseo había muchos leprosos en Israel, pero el vidente oró para que fuera sanado Naamán.
Cuando Jesús se aleja de la vida de las personas se van con él los milagros, cuando él se retira de dónde no lo aprecian se acaban las señales y las maravillas y en el momento en que el ser humano decide vivir su vida alejado de la presencia de Cristo la posibilidad de ver las manifestaciones gloriosas del Señor se termina.
Los habitantes de Nazaret decidieron vivir así, lejos del Señor. Decidieron que no lo aceptarían y Jesús no les insistió porque ellos así lo determinaron, solo porque se les hizo más humano que divino, solo porque para ellos era un simple carpintero y no el Hijo de Dios que había llegado a redimirlos a ellos y a la humanidad entera.
Estuvieron tan cerca de la salvación, pero su mirada natural a todo lo que acontecía a su alredor les impdió conocer el tiempo de su visitación.