La Biblia dice en 2ª Corintios 4:17

“Lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eterna mucho más grande y abundante.”

Cuando Jesús eligió a Pablo para ser su apóstol fue muy claro con Ananías cuando le anunció que le mostraría, a ese hombre, cuánto le sería necesario padecer por el nombre de Jesús y así fue la vida y ministerio de Saulo de Tarso, luego de su conversión, odiado por los judíos que lo veían como hereje y detestado por el imperio romano por considerarlo un sedicioso.

Y así fue su largo ministerio: tribulaciones, persecusiones, azotes, prisiones y finalmente la muerte decapitado por el imperio romano por la causa de Cristo. Nunca por andarse entrometiendo en asuntos distintos a los de su responsabilidad como embajador del reino de los cielos.

¿Quién mejor que él para hablarnos del significado del sufrimiento? ¿Quién tendría las mejores cartas de presentación de lo que constitiuye padecer por la fe en Cristo Jesús, que Pablo? Nunca sabía que le esperaba en la ciudad a la que llegaba a predicar. Pero estaba determinado a continuar y terminar la obra que Jesús le encomendó.

Y al hablar del sufrimiento durante su estancia entre los Corintios les dice que lo que se sufre en esta vida es cosa ligera. Tribulación momentánea traduce la versión Reina Valera 1960, para luego subrayar que los padecimientos pasan, no se quedan para siempre estacionados en la vida de los hijos de Dios.

Pero el dolor en la vida de los creyentes tiene un propósito muy claro: produce una gloria eterna mucho más grande y abundante. El sufrimiento es el instrumento del que Dios se vale para que sus hijos crezcan en fe, alcancen el propósito para el que los escogió y también para que manifiesten su poderosa presencia.

La piedad, dice el propio Pablo, trae consigo sufrimiento, la palabra de Dios trae consigo persecución, todo ello con el fin de alistarnos para disfrutar del reino celestial prometido por Cristo porque los padecimientos son la antesala de lo que habremos de disfrutar cuando lleguemos a la presencia del Señor que padeció por nuestros pecados.

Cuando sufrimos por el Señor no debemos quejarnos porque ese es el único camino para perfeccionar nuestro carácter como hijos de Dios. Al final, las tribulaciones producirán en nuestras vidas el pensamiento de Cristo, que cuando padecía encomendaba su causa a Dios y nunca desistió en su misión salvífica.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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