La Biblia dice en Jueces 16:28

“Entonces Sansón clamó al Señor, y le dijo: Te ruego, Señor, que te acuerdes de mí tan sólo una vez más, y que me des fuerzas para cobrarles a los filisteos mis dos ojos de una vez por todas.”

Esta fue la plegaria que Sansón hizo al Señor luego de caer en manos de los filisteos que le sacaron los ojos, lo hicieron su esclavo, lo escarnecieron y les sirvió de diversión moliendo a modo de una bestia con una rueda en una tahona, una situación sumamente degrandante para quien inspiró temor con su descomunal fuerza.

Apartado como nazareo desde el vientre de su madre, Sansón fue escogido por Dios con un solo propósito, liberar a Israel de la opresión de los filisteos, solo que en ese plan o proyecto, él se desvió demasiado, jugando con el don que el Señor le dio de tener una fuerza extremadamente inusual.

Él olvidó que su fuerza no provenía de su cabello, sino de la presencia de Dios con él, por eso cuando Dios lo abandonó dejó de tener esa capacidad y cayó en manos de los filisteos que lo humillaron grandemente y en esa condición reaccionó, se arrepintió e invocó a Dios para cumplir con el propósito que el Señor le dio.

Ciego, humillado y preso, Sansón invocó a Dios para pedirle que por una sola vez más se acordara de su persona y Dios le respondió para reinvidicar el plan de vida que tenía para él, con lo que eliminó más filisteos ese día en que oró que durante toda su vida, en una expresión de la restauración del Señor del objetivo de su existencia.

Fue la última oración de una vida que tal vez pudo haber sido distinta si Sansón hubiera apreciado mejor el don que Dios puso en su vida, pero su indisciplina y el apego a sus deseos lo llevó a terminar así.

Lo impactante del verso es que Dios lo escuchó y la frase “tan solo una vez más” nos hace ver el arrepentimiento de ese hombre que sorprendió por la manera en que se conoció su vocación, que maravilló a sus padres por el anuncio de su nacimiento y que impresionó a todos con el descomunal poder de sus brazos.

Se supo indigno, se supo sin merecimientos y se supo también sin derecho alguno de exigirle a Dios ante todos sus yerros y Dios lo oyó y en efecto le concedió lo que le pidió de tal manera que vengó la humillación de los filisteos.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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