La Biblia dice en 1º Libro de los Reyes 3:27

Entonces el rey respondió y dijo: Dad a aquella el hijo vivo, y no lo matéis; ella es la madre. 

Uno de los juicios más memorables que Salomón presidió fue el de dos mujeres que reclamaban la maternidad de un hijo. En aquellos tiempos no había prueba de ADN y el proceso para determinar quien era la verdadera madre era todo un reto para el juez porque el riesgo de cometer una grave equivocación era grande y las consecuencias aún más. 

La historia es la siguiente: 

16 Tiempo después, dos prostitutas fueron a ver al rey para resolver un asunto. 17 Una de ellas comenzó a rogarle: «Ay, mi señor, esta mujer y yo vivimos en la misma casa. Ella estaba conmigo en la casa cuando yo di a luz a mi bebé. 18 Tres días después, ella también tuvo un bebé. Estábamos las dos solas y no había nadie más en la casa. 19 »Ahora bien, su bebé murió durante la noche porque ella se acostó encima de él. 20 Luego ella se levantó a la medianoche y sacó a mi hijo de mi lado mientras yo dormía; puso a su hijo muerto en mis brazos y se llevó al mío a dormir con ella. 21 A la mañana siguiente, cuando quise amamantar a mi hijo, ¡el bebé estaba muerto! Pero cuando lo observé más de cerca, a la luz del día, me di cuenta de que no era mi hijo». 22 Entonces la otra mujer interrumpió: —Claro que era tu hijo, y el niño que está vivo es el mío. —¡No!—dijo la mujer que habló primero—, el niño que está vivo es el mío y el que está muerto es el tuyo. Así discutían sin parar delante del rey.

La historia termina cuando Salomón decide partir por la mitad al niño, pero la verdadera madre le pide que no haga eso, en cambio la que no era madre dijo que lo partieran, que si no era de ella no sería de nadie, en una clara muestra de que no era su hijo. La auténtica madre habló así porque, dice el Libro de los Reyes sus entrañas se conmovieron por su hijo. 

La frase “se le conmovieron las entrañas” procede de dos vocablos “kamar” y “rajem”. La primera se traduce como calor o calentar y en otras ocasiones como ternura y rajem como compasión. Esa mujer sintió una ternura compasiva infinita por ese pequeño ser. Una ternura que solo podemos encontrar en la madre. La que no era la mamá no sintió eso.

Y sí, la madre es sinónimo de ternura, delicadeza, dulzura y cariño porque así fue diseñada por Dios. El Creador formó a las madres con un corazón único e irrepetible. Un corazón que nunca pierde la esperanza por un hijo mal encauzado, por un hijo ingrato, por una hija distante. Ella siempre tiene esperanza de que algún día cambiará y mientras le ama. 

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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