La Biblia dicen en Hechos 7:60
“Luego se puso de rodillas y gritó con voz fuerte: ¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado! Habiendo dicho esto, murió. Y Saulo estaba allí, dando su aprobación a la muerte de Esteban.”
Esteban fue el primer mártir de la iglesia cristiana. La palabra mártir procede de la raíz griega “marthurius” que se traduce como testigo, pero como en los tiempos de la iglesia primitiva testificar de Cristo conllevaba a la muerte se convirtió en la expresión para referirse a quien muere por su fe.
Lucas relata los pormenores de la fe cristiana abriendose paso en medio del judaísmo y coloca a dos gigantes espirituales en un estremecedor relato sobre la manera en que Estaban fue privado de la vida por manos de un celoso hebreo, fariseo de fariseos, llamado Saulo de Tarso que a la postre se convertiría en el heraldo y promotor de la fe que atacó.
El testimonio o martirio de Esteban dejó marcado para siempre al apóstol Pablo. En sus cartas recordó ese suceso y fue su aliciente cuando fue perseguido, golpeado, vejado, maltratado y amenazado y nunca se amedrentó ni lamentó que sufriera tanto a manos de sus propios paisanos ni de los romanos que lo azotaron y encarcelaron una y otra vez.
La vida y muerte de Esteban, de quien después supo que era un diáconno de la iglesia de Jerusalén, lleno del Espiritu Santo y un servidor fiel a quien, a pesar de su dominio de la Escritura no tuvo empacho alguno en servir a las mesas de las viudas griegas que acusaban de discriminación al atenderse mejor a la viudas hebreas, marcó a Saulo de Tarso.
Fue valiosísimo el estilo de servir y vivir de parte de Esteban en la vida de Pablo, lo que nos lleva a concluir que el apóstol tuvo un ejemplo claro, contundente e inobjetable de lo que representa seguir a Cristo: renuncia incondicional a nuestras pretenciones humanas, un indómito espíritu a favor de la causa de Cristo y sobre todo ninguna clase de vergüenza de sufrir por él.
En esa escena sangrienta que tuvo frente a sus ojos Pablo tuvo la mejor enseñanza que un hombre puede tener con respecto a seguir a Cristo. Esteban llevó hasta las últimas consecuencias su fe, entendió perfectamente que vivimos para Cristo y morimos para él y que la promesa de su presencia en los cielos es real y alentadora.
La gente verá siempre nuestra fe y nos oirá, pero definitivamente se quedará siempre con lo que vio de nuestra conducta y nuestra fe no es una teoría sino una practica de entrega y consagración a la única causa que realmente vale la pena en esta vida: servir a Cristo Jesús.