Dice la Biblia en Juan 1: 7

Éste vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. 

Juan el Bautista fue, es y será siempre el mejor y más acabado ejemplo del sentido de la palabra testimonio. La raíz de la palabra griega para esta expresión es “marturia” de donde procede la palabra en español “mártir”. El evangelista Juan retrata bien a su tocayo el Bautista cuando dice que vino por testimonio y para testimonio. 

Las preposiciones “por” y “para” juegan un papel fundamental a la hora de comprender la función del hijo de Zacarías y Elisabet en este mundo. Nació y vivió exclusivamente para dar a conocer al Hijo de Dios y lo llevó hasta sus últimas consecuencias. No bastó vivir en el desierto, tampoco fue suficiente su rigurosa alimentación. Fue necesaria su muerte. 

Juan se unió así a Abel, hermano de Caín que fue muerto porque presentó mejor ofrenda que su pariente, se sumó también a todos aquellos profetas que fueron perseguidos por anunciar la verdad al pueblo de Israel. Grupo al que después también se unió el diácono Esteban, quien también fue un testigo o mártir de la iglesia primitiva. 

Juan el Bautista se esforzó por ser un testimonio porque de esa manera la gente creería en el Mesías con una vida consagrada por completo a Dios y con ello nos enseñó que la única manera de testificar eficientemente a favor de nuestro Dios es con  una vida entregada a nuestro bendito Salvador. 

Fue tal la austeridad que vivió Juan que los fariseos y escribas asustados ante tanta vehemencia por buscar a Dios dijeron: Demonio tiene. Pero de esa manera Juan el Bautista, cumplió con el destino que Dios había determinado para su vida. 

El vino por testimonio y para testimonio, dice el evangelio. Testificar fue la razón de su vida y cumplió a cabalidad, aún en medio del sufrimiento de tal suerte que Jesús dijo que fue Juan quien cerró para siempre el ciclo de los profetas hebreos. Nunca más se ha levantado ni se levantará un hombre a hablar en nombre de Dios. 

Juan cerró con broche de oro la historia profética de Israel y lo hizo así porque fue testimonio viviente de Dios en su vida. Su sufrimiento y violenta muerte nos recuerda que padecer forma parte del testimonio que podemos y debemos dar en nuestra vida. Sufrir consagrados a Dios forma parte del testimonio personal de Dios en nuestra existencia. 

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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