La Biblia dice en Daniel 2:27
“Daniel respondió: No hay ningún sabio, ni adivino, ni mago ni astrólogo, que pueda explicar a Su Majestad el misterio que desea conocer.”
La furia de Nabucodonosor explotó cuando ninguno de sus astrólogos, adivinos, sabios y magos pudo decirle qué había soñado y la interpretación de ese sueño. Su talante autoritario y cruel se manifestó al dar la orden de matar a todos sus consejeros ante la falta de capacidad para un problema como el que estaba planteando.
El gobierno babilonio entró en crisis y con ello también los cautivos de Israel que estaban exiliados en ese lugar, principalmente Daniel, Misael, Azarías y Ananías, que vivían en la corte real y el edicto para asesinar a todos los integrantes del equipo de colaboradores del arrogante y fastidiado monarca les incluía.
Sin embargo, el sueño y su interpretación fue revelado a Daniel, quien fue llevado de inmediato con el rey para evitar la muerte de los consejeros y por principio de cuentas, le dijo a Nabucodonosor que su solicitud era un asunto que se movía dentro del terreno de lo imposible.
Nadie en este mundo puede saber lo que una persona sueña y luego interpretarlo. Y aunque Daniel tenía ya la revelación, nunca asumió que fue una facultad suya, no se sintió como privilegiado o con alguna particularidad por el hecho de llegar ante el gobernante babilonio y mostrarle su sueño y su interpretación.
Daniel fue claro al precisar que nadie en este mundo puede hacer eso y que fue Dios quien le mostró todo porque Dios es el que revela los misterios y conoce el futuro y lo muestra a quien él quiere. Daniel tuvo la sencillez y humildad de admitir que no fue él, ni su capacidad, ni su consagración, sino la gracia de Dios.
Daniel nos muestra que en el terreno de lo imposible tenemos que hacernos a un lado cuando Dios se manfiesta de manera poderosa. Que no tenemos ningún derecho de sentir que por nosotros Dios obró o manifestó alguna de sus portentosas obras, sino que debemos darle a él toda gloria y honor.
Se trata de un gran ejemplo en tiempos cuando todos quieren reflectores hacía su persona, cuando muchos asumen que la obra de Dios depende totalmente de ellos y no del poder soberano del Creador y en una época donde con mucha fácilidad se pierde de vista que Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra y no comparte jamás su gloria.
Daniel fue un hombre entregado en un tierra extraña y Dios le dio capacidades extraordinarias para un tiempo extraordinario, pero eso sucedió en gran medida porque Daniel nunca se creyó más que los demás o pellizco la grandeza de Dios para quedarse con algo de ella.