La Biblia dice en Proverbios 15:11

El Seol y el Abadón están delante de Jehová; cuanto más los corazones de los hombres.

Desde siempre han existido cosas, personas y situaciones que al hombre lo han espantado y hasta horrorizado y por consiguiente las evita y en muchos casos hasta mejor no habla de ellas porque cuando se tocan hasta los hombres más fuertes languidecen al solo pensar en ellas.

Me refiero a la muerte y a la tumba. Los hebreos le llamaban Seol y Abadón. El Seol era el lugar de los muertos por eso algunas versiones la traducen como sepulcro o tumbas y la expresión Abadón significa literalmente destrucción y por eso algunos traductores la vierten como muerte o desaparición física.

Ambos términos generalmente iban acompañados y todos los seres humanos de los tiempos de Salomón, autor de los Proverbios, optaban por evitarlos o de plano ignorarlos porque erizaban la piel cuando se hablaba de ellos y esa circunstancia la usa el proverbista para destacar y subrayar el conocimiento de Dios de todas las cosas, incluidas éstas.

Salomón nos enseña que diferente a los seres humanos que no miran lo que les disgusta o asusta, Dios está pendiente de hasta del Seol y Abdón, cuanto más de los corazones de los seres humanos que a veces también están muertos o destruidos y conoce perfectamente lo que hay en cada uno de ellos.

La omnisciencia del Señor es retratada magistralmente por el rey sabio de Israel porque nos muestra que abarca desde lo superficial hasta lo más profundo. Nada se le puede esconder ni ocultar todo está ante él, como David decía: “lo mismo te son la luz que las tinieblas; el día que la noche”.

Para qué escribe el autor de Proverbios el verso que hoy meditamos, para que recordemos siempre que difícilmente podremos engañar a Dios, que perdemos el tiempo y que nada podemos hacer para evitar que el Creador se entere de todo lo que hacemos; él lo sabe todo siempre.

Los seremos humanos debemos tener presente que el conocimiento de todas las cosas de parte de Dios abarca absolutamente todo. Nada escapa, aún lo que no hablamos o decimos, lo privado y lo público, lo secreto y desconocido aún para quienes nos rodean es materia de nuestro Dios.

Qué podemos esconderle al Creador, nada. Qué podemos ocultarle, nada. Vivamos, entonces, de tal manera que consideremos que a dónde vayamos Dios nos acompaña y sabe todo lo que hacemos.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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