La Biblia dice en Números 28:18
“El primer día será santa convocación; ninguna obra de siervos haréis.”
En los capítulos veintiocho y veintinueve del libro de Números están enunciadas las grandes fiestas judías: La pascua, la celebración de las semanas o shabuot que es Pentecostés; la fiesta de las trompetas, Yom Kipur o Día de Expiación y Sucot o Tabernáculos para que tuvieran cuidado de celebrarlas de acuerdo a lo que Dios demandaba.
A lo largo de esos dos capítulos encontramos de manera reiterada la frase “ninguna obra de siervos haréis.” La encontramos en el verso que nos sirve para nuestro devocional, pero también en los versos veinticinco y veintiséis de ese capítulo y se repite en los versos siete, doce y treinta y cinco del capítulo veintinueve.
Repetir en seis ocasiones la frase “ninguna obra de siervos haréis” tiene un objetivo muy claro por parte de Moisés. Esas celebraciones, fiestas o conmemoraciones formaban y forman parte de las obligaciones que el pueblo hebreo debía hacer para agradar a Dios de tal manera que se entregaran a ellas con todo cuidado.
Al hacerlas debían ocuparse en ella de manera completa. La pascua, pentecostes, sucot, yom kipur o día del perdón y la fiesta de las trompetas eran festejos en los que los hebreos debían poner toda su atención. Debía dedicarse a ellas en cuerpo y alma sin nada que los distrajese.”
Dios le estaba pidiendo a su pueblo que se concentrara las fiestas que había instituido para que ellos recordaran todos los beneficios que el Señor había hecho para con ellos. Nada era más importante que conmemorar cada uno de los hechos portentosos manifestado por Dios a favor de su pueblo.
Los hijos de Dios en ocasiones perdemos de vista que lo que hacemos para Dios lo debemos hacer con todo cuidado y precaución, poniendo toda nuestra atención y esfuerzo porque Dios merece toda nuestra atención. Debemos dejar todas nuestras actividades mundanas y olvidarnos de compromisos o labores inconclusas para centrarnos en el Creador.
Lo más importante siempre será Dios y su obra. No eran todos los días. Las fiestas tenían una periodicidad. Los judíos podían hacer sus actividades en otro tiempo, pero cuando llegaba el momento de celebrar al Señor debían dejar todo lo que estaban haciendo para enfocarse exclusivamente en Dios.
Cuando alguien trata de hacer la obra de Dios sin dejar lo humano, no hace bien ni una ni otra cosa. Dios quería que las actividades concernientes a su memoria se hicieron siempre con toda concentración.