La Biblia dice en 2ª de Corintios 1:20
“Pues en él se cumplen todas las promesas de Dios. Por esto cuando alabamos a Dios, decimos ‘Así sea’ por medio de Cristo Jesús.”
Una confusión generada en la iglesia de Corinto producida por la cancelación de un viaje del apóstol para visitar a esos hermanos y que fue reprogramada explicando que no se trató de primero decir sí y luego no, sirvió para que Pablo les explicará que Dios no da un “sí” y después un “no” o viceversa.
Las promesas de Dios son firmes. La palabra promesa procede de la raíz griega “epaggelia” y es un término jurídico del derecho romano que obliga o impone a una persona ejecutar lo que ha dicho o comprometido y de no cumplir deberá comparecer ante la autoridad competente que la obligará a ejecutar lo afirmado o en su caso reparar el daño causado por no haberlo hecho.
El apóstol emplea la expresión para decir con toda claridad que Dios no juega, ni cambia de ánimo respecto a lo que ha prometido. Su sí es definitivo. No va a cambiar lo que ha dicho o lo que ha establecido en sus planes y propósitos y esa es la razón por la que nosotros empleamos el amén o el así sea cuando lo invocamos.
Dios no es como los hombres: inestables, volubles o que sus determinaciones dependen de su estado anímico. No. El sencillamente dice sí o dice no y de allí no se mueve y eso debemos tenerlo presente a la hora de relacionarnos con el Creador porque él no cambia de parecer para desahogar caprichos o atender necedades.
La prueba fehaciente de esta verdad la encontramos en las cientos de promesas del Antiguo Testamento que fueron cumplidas en la persona de Cristo: las dolorosas como sus padecimientos y muerte, pero también las gloriosas como su resurrección y su ascensión a los cielos.
Dios no se contradice, no dice una cosa primero y luego otra y precisamente esa es la razón por la que quiere que nosotros seamos firmes a la hora de tomar nuestras decisiones. Si hemos prometido que le serviremos, hagámoslo. A nadie le agradan las personas de doble ánimo porque son indecisas.
Dios no es así. Dios es inmutable, eterno y si ha prometido algo claro que lo cumplirá y por ello confiadamente nosotros decimos Amén. Si él ha prometido que te guardará no debes temer, él lo hará y como dice Pablo a los Romanos lo hará porque no pudiendo jurar ante nadie más ha jurado por sí mismo.
¡Bendito Dios que no cambia!