La Biblia dice en Hechos 14:19
“En esto llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio, que hicieron cambiar de parecer a la gente; entonces apedrearon a Pablo, y creyendo que lo habían matado, lo arrastraron fuera del pueblo.”
En una ciudad romana llamada Listra, Pablo y Bernabé vivieron una experiencia que nos muestra lo endeble que puede ser un milagro si la gente no tiene afirmado su corazón en la palabra de Dios y también lo fácil que resulta manipular a una masa ignorante porque puede pasar del fervor al odio muy fácilmente.
En esa ciudad había un hombre que estaba lisiado y que no podía andar. Durante la predicación de Pablo fue sanado y el pueblo completo se volcó con Pablo y Bernabé para adorarlo. Pensaban que Bernabé era Zeus, el dios más importante del olimpo romano y Pablo, Hermes y les ofrecieron en sacrificio un toro.
Los dos predicadores les pidieron que no lo hicieran y les compartieron el evangelio de las buenas nuevas, pero los habitantes de Listra se opusieron y terminaron matando al animal en una clara manifestación de su idolatría. Pero luego de eso unos judíos de Antioquía llegaron y le dijeron a los listreños o listrenses que Pablo y Bernabé eran unos herejes.
Eso fue suficiente para que se armara una turba para atacarlos y tratar de matarlos. El que sacó la peor parte fue Pablo quien fue apedreado y para salvarse tuvo que fingir que había sido muerto y de esa forma evitar un linchamiento casi seguro de él y su amigo Bernabé, quien salvaron la vida milagrosamente.
La historia es muy aleccionadora sobre lo que un milagro puede hacer en las personas que siguen las señales y no a Dios. Los milagros son importantes porque nos hacen ver la mano poderosa de Dios, pero de ningún modo podrán sustituir nuestra fe en Dios que puede o no obrar. Nuestra fe debe estar dirigida siempre en lo que Dios es y no en lo que hace. Porque a veces tal vez no haga.
En segundo lugar es preocupante la ignorancia de las personas porque un ser que carece de los más elementales conocimientos sobre las verdades divinas caerá en esta clase de errores y arrastrará a muchos más porque el combustible de una turba siempre es la ignorancia.
Un portentoso milagro devino en una tremenda confusión cuando los que lo vieron no lograron entender que Dios se estaba manifestando para que cambiaran su estilo de vida y no para seguir con su misma actitud equivocada. Un milagro nos ayuda en demasía cuando tenemos bien colocado a Dios en nuestro corazón.