La Biblia dice en Santiago 1:5-8

5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. 6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. 8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

Introducción

Santiago dice que una fe práctica para una vida práctica nos ayuda a enfrentar la duda. Ese mal que nos ataca cuando de confiar en Dios se trata. La duda es la fe como un virus a nuestro cuerpo o como el frío severo a los cultivos en tierra templada destructivo y a veces mortal.

Dirigirnos a Dios para pedirle algo debe estar acompañado de confianza y seguridad de que él nos lo dará y evitar con todas nuestras fuerzas caer en esa terrible condición de duda, inseguridad y falta de firmeza que nos lleva a la vacilación e incertidumbre en nuestra relación con Dios.

La palabra duda procede de la raíz griega “diakrinó” que etimológicamente se compone de dos vocablos: “diá” que significa “completamente de ida y de vuelta” y “kríno” que quiere decir juzgar o investigar correctamente o a fondo. Literalmente significa juzgar completamente.

En el Nuevo Testamento se utiliza en su sentido positivo y también negativo. En sentido positivo significa juzgar un hecho con precisión atendiéndolo en sus diversas aristas, es decir de manera completa. Cuando se utiliza en esta forma algunas ocasiones se traduce como discernimiento. En Hechos 15: 9 se usa como diferenciar o distinguir.

Pero en sentido negativo es juzgar un hecho de manera parcial, sin todos sus considerandos. En ese sentido se traduce como duda. En Hechos 10: 20 se usa en el sentido de desconfiar o tener inseguridad.

La duda es una concepción equivocada de Dios. Es un juicio incompleto de la persona del Creador que hace que un individuo le falte confianza y por esa misma razón vacile, no tenga firmeza y se deje llevar por sus sentidos, sus emociones o de plano por las circunstancias que lo rodean.
La duda es una incomprensión incompleta de quién es Dios y qué hace y en consecuencia provoca serias dificultades a una persona por la convierte en una especie de onda de mar llevada de aquí para allá y sobre todo de doble ánimo lo que la hace una persona de doble ánimo o inestable.

Una fe práctica para una vida práctica

II. Para evitar la duda que arrastra

A. Al pedir sabiduría
B. Como la ondas del mar
C. Porque no se recibe nada
D. Porque nos hace inconstantes

Fiel a su estilo, Santiago compara a los que duda con una onda de mar que es arrastrad por donde el viento quiere. Así como las ondas del mar están a merced del caprichoso viento marino, así las personas que dudan viven expensas de lo que sientan o vean en su entorno y si todo están en calma ellos viven en calma, pero si esta agitado, viven agitados.

La ilustración es inmejorable. Dudar es dejarse llevar por lo que piensan y dicen otras personas. Es una incapacidad de discernir o distinguir lo que en realidad es Dios y hace y una fe práctica para una vida práctica se demuestra no dando lugar a la duda en nuestra existencia.

A. Al pedir sabiduría

Santiago le dice a sus lectores que si a la hora de enfrentar pruebas en su vida, no logran entender lo que ocurre, vayan a Dios y le pidan sabiduría. La sabiduría aquí mencionada no tiene que ver con conocimiento o inteligencia académica, sino más bien con esa clase de entendimiento para tomar decisiones correctas.

La sabiduría bíblica se distingue claramente de la sabiduría humana y es precisamente Santiago quien hace esa distinción en su carta que veremos más adelante, sin embargo al presentar esta enseñanza sobre lo que sucede en las pruebas y decir que si no lo entendemos pidamos al Señor sabiduría, aprovecha para enseñarnos a confiar.

Dice Santiago en el verso cinco de nuestro texto:

Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.

El autor de la epístola está convencido que Dios da sabiduría abundantemente y sin reclamarnos nada. Está plenamente convencido de que Dios otorga esa virtud tan necesaria cuando atravesamos las pruebas que Dios nos envía para saber como comportarnos en esas difíciles horas.

Pero pedir sabiduría para muchos podría ser algo inusual. Si a veces no entendemos cosas básicas como tendremos sabiduría, pensaban algunos y de entrada se consideraban sin la aptitud de tener esa clase de capacidad para enfrentar las dificultades. Al pedir a Dios debemos estar seguros que nos lo dará.

La sabiduría era como muchas de las cosas que a veces le pedimos a Dios que parecen inalcanzables ya sea porque nos sentimos incompetentes o porque nos asumimos indignos de ella. Pero Dios la da a todos y de qué manera: generosamente y sin limitación alguna, sin menospreciar a nadie y sin echarle a nadie nada en cara.

B. Como las ondas del mar

A Santiago le encantan los ejemplos. Su carta esta repleta y plagada de ellos. En cada enseñanza recurre a este método que sirve grandemente para hacer más comprensibles los temas que aborda. Al pedir a Dios dudando de lo que le estamos presentando como ruego, petición o suplica, paso lo siguiente, según nos dice el autor de la carta.

6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra.

La onda del mar no existe por sí misma. De hecho existe porque hay viento y el viento lo que hace con ella es llevarla de una parte a otra parte. Las ondas del mar las conocemos como olas. Las olas son un fenómeno natural que surge por la fuerza que el viento le imprime, si no hay viento no hay olas.

Cuando Santiago usa este ejemplo lo hace para enseñarnos que la duda nos convierte en esa especie de onda u ola de mar, llevados por aquí y por allá. Estamos sometidos, como las olas, a una fuerza externa, generalmente en términos espirituales a la fuerza del mundo, del maligno o de nuestra propia naturaleza caída.

Debemos pedir a Dios con fe, sin dudar. Debemos manternos firmes, resistir a “las fuerzas del viento” que nos quieren hacer vacilar o que nos quieren conducir de un lado a otro, de un extremo a otro extremo como si no tuviéramos voluntad y determinación en nuestra vida cristiana.

C. Porque no se recibe nada

Santiago es categórico cuando habla del tema de la duda. Dice al respecto lo siguiente:

7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor.

Es tán terrible la duda que quien incurre en desconfianza e inseguridad en el Señor no recibe nada. Vacilar ante Dios es muy dañino para nuestra vida espiritual porque nos deja con las manos vacías en relación con lo que le pedimos.
Ante estas palabras que nos dice la carta que estudiamos nos queda claro que debemos desalojar de nuestras vidas la duda. Debemos esforzarnos cada día por fortalecer y robustecer nuestra fe. La lucha es fuerte porque muchas veces la realidad nos grita que Dios no podrá hacer nada y debemos confiar con todo el corazón.

Pablo dice que la fe viene del oír y el oír la palabra de Dios. Para luchar contra la incertidumbre y la inseguridad debemos refugiarnos en la Escritura a fin de hacer cada día más fuerte nuestra confianza en el Señor. La revelación divina es la única que puede salir en nuestro auxilio ante la duda.

D. Porque nos hace inconstantes

La duda además de hacer que no recibamos nada de parte del Señor provoca en nosotros una gran inestabilidad que Santiago plantea así en el último verso de nuestro estudio:

8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.

La frase doble ánimo implica tener dos mentes o dos formas de pensar, por eso algunas versiones traducen la frase como “indecisión” o “pensar una cosa hoy mañana otra”. Una persona que duda tiene dos mentes o vive en una permanente existencia de indecisión, dañina para su vida espiritual porque lo hace inconstante o inestable.

Una persona con duda tiene dos formas de pensar respecto a Dios y eso provoca que lleve una vida desordenada.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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