La Biblia dice en Santiago 3:1-2
Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. 2 Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
Introducción
El capítulo tres de Santiago hace pensar a muchos que la carta esta fundada o forma parte de un sermón sobre el salmo 12. Ese salmo dice de la siguiente forma:
Salva, oh Jehová, porque se acabaron los piadosos; porque han desaparecido los fieles de entre los hijos de los hombres. 2 Habla mentira cada uno con su prójimo; hablan con labios lisonjeros, y con doblez de corazón. 3 Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente; 4 A los que han dicho: Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros? 5 Por la opresión de los pobres, por el gemido de los menesterosos, ahora me levantaré, dice Jehová; pondré en salvo al que por ello suspira. 6 Las palabras de Jehová son palabras limpias, como plata refinada en horno de tierra, purificada siete veces. 7 Tú, Jehová, los guardarás; de esta generación los preservarás para siempre. 8 Cercando andan los malos, cuando la vileza es exaltada entre los hijos de los hombres.
Los temas centrales en Santiago son justamente la lengua, los labios o las palabras que las personas expresan cuando hablan. Y en el capítulo tres de su carta nos ofrece una de las grandes enseñanzas sobre la relevancia e importancia de tener cuidado con lo que dice con nuestra comunicación verbal.
Pero también en su carta abundan las referencias sobre los pobres. El llamado a que no se sientan menospreciados, la convocatoria a la iglesia para que no los haga menos y el fuerte discurso contra los ricos a lo largo de su epístola nos lleva considerar que el tema es relevante para el escritor.
A partir de este domingo comenzaremos a estudiar el tema de las palabras o la lengua que es fundamental para conocer la clase de fe que se práctica. En la exposición Santiago se aprecia una de las profundas enseñanzas sobre lo que hablamos, cómo hablamos y lo que provocamos cuando no tenemos cuidado de ella.
Santiago tiene una profunda preocupación por los creyentes porque el sabe perfectamente que lo que hablamos revela abiertamente lo que somos. Cristo dijo: De la abundancia del corazón habla la boca.
El pueblo judío ponía mucho énfasis en lo que se hablaba y se decía porque los maestros de Israel establecieron una expresión muy precisa para abordar ese tema. Ellos enseñaron sobre lashon jará o lengua maligna, que un hombre o mujer podía tener en su vida y que lo terminaría dañando.
Lashon jará o lengua maligna producía la tazará o lepra, según la interpretación de los rabinos de los hebreos. El castigo para las personas que no cuidaban lo que decían era ese mal. La razón o argumento por el que llegaban a esta conclusión radicaba en que una persona que habla mal de otra, separa familia y amigos.
Por eso un leproso tenía que ser separado de su familia porque había hecho lo mismo con otros. El tema es muy importante y la iglesia debía conocerlo. Por esa razón Santiago le dedica mucho espacio en su carta. El tema lo iremos revisando conforme avancemos en los doce versos que tiene el pasaje.
Una fe práctica para una vida práctica impide ofender con nuestras palabras
A. Para evitar la pretención de sentirnos maestros
B. Para controlar nuestra conducta
En algún lado leí la siguiente frase: Prefiero ser amo de mi silencio que esclavo de mis palabras. La frase trata de hacer conciencia sobre la urgente necesidad que todos tenemos de aprender a guardar silencio y evitar hablar sin sentido o sin cuidar lo que decimos y a quien lo decimos.
Una vida virtuosa nace del control o freno que le ponemos no solo a lo que hacemos, sino primordialmente a lo que decimos. Eso es lo que Santiago nos va a explicar en este estudio que hoy iniciamos.
A. Para evitar la pretención de sentirnos maestros
Santiago no esta inhibiendo que las personas sean maestros. No de hecho los maestros son necesarios. Lo que está haciendo es advertir la gran responsabilidad que se cierne sobre quienes toman la decisión de convertirse en pedagogos de los demás. Deben tener en claro que es una posición de gran privilegio, pero también de gran responsabilidad.
Hablar y enseñar tiene sus grandes riesgos porque se puede caer en solo hablar sin hacer y eso no beneficia a nadie, pero sobre todo perjudica a quien en lugar de esforzarse por usar con sensatez y prudencia sus palabras, hable por hablar o juzgue sin cuidado a los demás y así hable.
No se trata de que nadie se maestro. Esa no es la idea. De lo contrario quien enseñaría. Mas bien el sentido de estas palabras es el de poner atención en lo que hablamos cuando tratamos de educar o enseñar a otros. Y es que todos somos maestros de alguna manera. Los padres son educadores lo acepten o no y lo reconozcan o no.
Pero se debe tener cuidado cuando fungimos como tales porque si no tenemos precaución podemos recibir mayor condenación. No es que seamos condenados al infierno, sino a una disciplina y castigo por parte del Señor que reprende duramente cuando alguien no tiene cuidado de lo que habla y dice.
B. Para controlar nuestra conducta
El verso dos de nuestro texto dice de la siguiente forma: 2 Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.
Santiago dice con claridad que todos ofendemos muchas veces. Se refiere a que nuestras palabras resultan ofensivas en mucha ocasiones contra personas que lo mismo amamos o apenas conocemos porque no podemos gobernar nuestra boca, quien logra dominar lo que habla indudablemente es un varón o mujer perfecto.
Santiago apunta a la gran necesidad que todos tenemos de poseer dominio propio para, en primer lugar, controlar lo que decimos y en segundo término poder tener bajo control nuestros deseos y apetitos carnales que batallan contra nuestra alma, todo un reto que tienen los hijos de Dios.