La Biblia dice en Santiago 1: 19-20
19 Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20 porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Santiago nos va a acercar a una de esas partes oscuras que todos los seres humanos tenemos en nuestra existencia y que luchamos con ella porque nos hace pasar momentos frustrantes, nos hace reñir con nuestros seres queridos y de no controlarla puede destruirnos en esta vida.
El autor de la epístola que estamos estudiando hila el tema de la ira con el tema de un Padre de las luces que tenemos. La frase “por esto” conecta ese tópico con el de la ira. Es obvio que tiene la intención de recordarnos que si tenemos un Padre que es toda bondad no tenemos razón alguna de enojarnos.
Antes de abordar el texto quiero dejar en claro dos verdades. La primera de ellas es que todos nos enojamos. El enojo es natural en todos. Hay solo una clase de persona que ya no le molesta nada y es aquella que ya nada le importa, pero mientras tenemos intereses de toda índole pasaremos momentos de molestia que casi todos podemos controlar.
La segunda es que hay una clase de enojo que se vuelve incontrolable y aprisiona a la persona de tal manera que ya no mide ni lo que dice ni mucho menos lo que hace. Esta clase de enojo recibe el nombre de ira, furia, rabia, cólera e irritación que transforma a la persona y la saca de sí.
De esa clase de enojo es del que nos va a hablar Santiago. Una emoción peligrosísima y quienes tienen una una fe práctica sabrán luchar contra ella. La fe se mide por la manera en la que desahogamos nuestros enojos y nuestras molestias.
Estamos frente a uno de los temas más generales que la epístola pueda tocar porque todos nos enojamos y a veces nos dejamos llevar por esa emoción, pero debemos tratar con ella, luchar con ella, controlar nuestro carácter y permitir que Dios nos ayude a resistir cuando toca a la puerta de nuestra vida.
No es que el enojo desaparezca de nuestra vida. Eso no va a suceder nunca. Lo que sí puede ocurrir es que cuando llegue podamos domarlo y una vez controlado podamos deshacernos de él, pero para ello debemos ir al origen del problema y Santiago nos ayuda bastante al señalarnos claramente lo que tenemos que hacer.
Una fe práctica para una vida práctica
Nos sostiene frente a la ira
A. Aprendiendo a escuchar
B. Aprendiendo a hablar
C. Aprendiendo que desagrada a Dios
Alguien que tiene fe controla su ira. No la desaparece porque el enojo siempre aparecerá. Hay circunstancias, personas, hechos, situaciones que nos hacen enojar y como eso nunca va a desaparecer, pues, la ira siempre estará agazapada esperando encontrarnos desprevenidos para atacarnos.
Santiago nos ofrece algunas pautas para enfrentarla cuando llegue a nuestra vida. Uno debe estar siempre alerta para no dejarnos arrastrar por ella.
A. Aprendiendo a escuchar
La carta que estamos estudiando dice que una manera de tratar o evitar que la ira nos domine es que sepamos escuchar. Bueno Santiago dice en la versión Reina Valera 1960 que “todo hombre sea pronto para oír”, en otras versiones se traduce que sea “rápido para escuchar”. En otras palabras que sea veloz para oír.
La pregunta que uno se hace es porque el creyente tiene que ser ágil para escuchar. Qué tiene que ver oír con el enojo. La respuesta es sencilla. Uno de los orígenes de nuestras molestias e irritaciones es porque las palabras o hechos las interpretamos y casi siempre, en materia de enojo, suponemos.
Suponemos que se río de nosotros y nos enojamos. Suponemos que lo que dijo lo dijo por nosotros y nos molestamos. Suponemos que está pensando que nuestro peinado está feo y nos airamos. Muchas de las grandes molestias que padecemos nacen de suposiciones nuestras.
Santiago nos recomienda, entonces, escuchar. Hasta que usted escuche que lo que hacen o dicen es contra usted, entonces, podrá enojarse, pero si usted no ha escuchado nada, entonces no tiene ningún derecho a molestase. Acertar sobre lo que piensan los demás es simplemente inalcanzable.
Tenemos que desarrollar nuestro sentido del oído. Aprendamos a escuchar. Tengamos el tiempo suficiente para oír a todos, pero particularmente con quienes viven cerca de nosotros y evitemos interpretar porque generalmente nos vamos a equivocar y nuestro enojo va a ser de lo más necio, por algo que tal vez ni siquiera se dijo o si quiera existe.
B. Aprendiendo a hablar
Santiago dice que hay que escuchar sin apuros y sin prisas y luego ser muy lentos para hablar. No se refiere a que hablemos pausadamente o sílaba por sílaba, sino más bien a que hablemos después de haber escuchado y que lo hagamos con tranquilidad, sin apresurarnos o sin pensarlo.
El proceso de la comunicación tiene como principal instrumento las palabras. Al hablar nosotros nos comunicamos y comunicamos nuestras ideas. Si hablamos con tranquilidad tendremos dominio de nuestras emociones y en particular de nuestro enojo, pero si damos rienda suelta a nuestras palabras hemos perdido ante la irritación.
Es una realidad triste, pero al fin de cuentas las personas cuando están airadas hablan rápidamente y sus afirmaciones son incoherentes porque nacen de su cerebro ofuscado y para evitar eso la epístola que estamos estudiando nos pide que seamos lentos al hablar.
Hablar despacio, lento o bajo es síntoma de que estamos controlados, pero subir el tono o gritar es muestra clara de que el enojo nos ha ganado y comenzamos a caer en ese pozo profundo que nos llevará por ese valle doloroso donde dañamos, lastimamos y herimos a veces a quienes más amamos o a quienes más no aman.
Una fe práctica para una vida práctica nos permite luchar contra esta situación que vivimos cotidianamente porque nos ayuda a darnos cuenta para retroceder rápidamente o detenernos de inmediato para escabullirnos de la confrontación a la que nos conduce la molestia que sentimos.
Junto con la lentitud al hablar, Santiago une, la ira. El hombre debe ser lento para hablar y lento par airarse. Y es que una persona enojada generalmente dice muchas cosas que nacen de la parte oscura de su ser y son tan mortales que luego de decirlas ya no hay alternativa o solución. Las ha dicho y quedarán grabadas en quienes las recibieron.
C. Aprendiendo que desagrada a Dios
El verso veinte de nuestro estudio es categórico:
Porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
La Nueva Versión Internacional traduce así este verso de la Biblia: “Pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere.” Mientras que la versión Dios Habla Hoy lo hace de la siguiente forma “porque el hombre enojado no hace lo que es justo ante Dios.” La versión al lenguaje actual dice: “Porque la gente violenta no puede hacer lo que Dios quiere.”
La ira no va a reflejar nunca lo que Dios quiere que nosotros seamos. La furia humana jamás puede transmitir el amor de Dios.
Al principio de nuestro estudio dijimos que nuestro pasaje estaba conectado con la idea del Padre de las luces. Tener un Padre así que nos llena de dones perfectos y toda buena dádiva es incompatible con una vida donde la ira gobierna nuestra existencia.