La Biblia dice en Santiago 4: 13-17

13 !Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; 14 cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. 15 En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. 16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala;
17 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.

Introducción

Una de las expresiones de la arrogancia es dar por hecho el día de mañana. Pensar que el futuro es completamente seguro, dice Santiago, es pecar de jactancia porque en realidad solo tenemos garantizado el momento que estamos viviendo. No sabemos más, ni tenemos más que el día de hoy.

El autor de la carta desea que sus lectores aprendan a ser sencillos al referirse al futuro, quiere que aprendan a planear su vida considerando que la vida es un don de Dios y no una certeza humana que tiene que ocurrir porque así debe ser. De esa forma podrán sentirse menos frustrados cuando ocurran imprevistos en sus planes.

No se trata de no hacer proyectos o no tener planes. De ningún modo, Dios trata siempre de enseñarnos a ser previsores. Cuando somos jóvenes debemos ocuparnos por lo que habrá de ser nuestra vejez, pero eso no significa olvidarnos que a la hora de planear debemos considerar al Señor.

Lo que Santiago esta sancionado es la actitud arrogante de abrogarse el futuro como si fuera una determinación humana, como si se tratara de una capacidad que reside en el ser humano y no en Dios, quien al final de cuentas es quien decide cuanto tiempo viviremos en esta tierra.

Estamos ante una de las exhortaciones más importantes dentro de la vida cristiana porque representa un llamado para dejar en manos de Dios el futuro, dejarlo de corazón y tener presente siempre que es una facultad y atributo exclusivamente suyo y que nosotros nada tenemos que hacer allí.

Una fe práctica para una vida práctica

Previene la jactancia

A. Para no engreírnos por el día de mañana
B. Para reconocer que somos breves en este mundo
C. Para reconocer que nada es seguro

Santiago nos pide dejar la arrogancia y aprender a ser humildes ante la vida y ante Dios. No tenemos nada seguro y ante ello no debemos ser engreídos de creernos los dueños de nuestra vida. No somos dueños de absolutamente nada. La vida nos ha sido prestada y nada podemos presumir.

A. Para no engreírnos por el día de mañana

Los versos trece y catorce de nuestro estudio dicen de la siguiente manera:

Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; 14 cuando no sabéis lo que será mañana.

En la congregación a la que se dirige Santiago había personas que hacían grandes planes materiales y se ufanaban de ellos. Según leemos hacían planes anuales, ya no semanales o mensuales, sino anuales y los hacían con toda la seguridad que tendrían vida durante doce meses.

Sus planes eran estrictamente materiales. Querían enriquecerse. Las palabras traficar y ganar tienen relación directa con el comercio. Eran comerciantes o empresarios que hacían proyecciones para sus negocios y lo hacían así con toda la soberbia de saberse dueños de todo, incluido el tiempo.

Solo que estaban gravemente equivocados porque el tiempo no tiene más que un solo propietario y es el Creador. Nadie puede disponer de algo que no es suyo. En el caso de los días, semanas y meses no pueden robarse porque se extienden día a día. A nadie se le adelanta un mes o un año. Se vive al día.

Por eso con toda contundencia Santiago nos dice que no sabemos lo que será el mañana. El mañana es incierto y si es así ¿por qué habríamos nosotros de apropiarnos de algo que ni siquiera sabemos si vendrá?

B. Para reconocer que somos breves en este mundo

El verso catorce de nuestro texto dice de la siguiente forma:

Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.

Fiel a su estilo Santiago nos pone un ejemplo sencillo para hacernos comprender lo breve que somos en este mundo. La ilustración es la neblina que aparece brevemente y luego se desvanece. A lo largo de la Biblia encontramos muchos ejemplos del brevísimo tiempo que tenemos en este mundo.

El salmo noventa nos enseña muchas formas de explicar lo corta que resulta la vida. Es como un sueño, es como la hierba que brota por las mañanas y por la tarde es cortada, se marchita y se seca. También es como un torrente de agua que pasa por un río y no vuelve a pasar nunca más.

Y si la vida es considerada de esa manera ¿por qué nosotros hemos de caer en el error de pensar que podemos adueñarnos del tiempo o de la vida? Es una grave equivocación adueñarnos de algo que no es nuestro y que compete exclusivamente al Creador porque solo él tiene esa facultad.

C. Para reconocer que nada es seguro

De los versos quince al diecisiete nos presentan las siguientes verdades:

En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. 16 Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; 17 y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.

Santiago quiere que cambiemos nuestras palabras. Quiere que dejemos de hablar diciendo voy a ser esto y aquello o voy a ir a tal o cual lugar y tener siempre que si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Es decir, debemos ser humildes y modestos ante el Creador.

De esa forma estaremos reconociendo que nada es seguro porque de lo contrario caeremos en la jactancia o pedantería que ofende tanto a Dios porque ocupamos el lugar que solo a Dios le corresponde. Esa jactancia es mala dice el autor de la carta para prevenirnos de este grave error.

Nuestros textos de estudio terminan con una gran verdad: saber hacer lo bueno y no hacerlo es pecado. Si sabemos que solo Dios determina nuestra vida y no lo consideramos en cada uno de nuestros proyectos incurrimos en un pecado con conocimiento de causa.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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