La Biblia dice en Santiago 5:17-18
Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses.18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
Introducción
Santiago nos ilustra sobre el tema de la oración utilizando un formidable personaje del Antiguo Testamento llamado Elías. Un profeta que Dios llamó al ministerio en los días más oscuros del reino del norte llamado Efraín, durante el mandato de los reyes Acab y Jezabel, una de las mujeres más perversas de la Escritura.
A lo largo de toda la Biblia encontramos hombres y mujeres de oración, pero el autor de la epístola ocupa a solo a uno de ellos para hablarnos no solo de la relevancia de la oración, sino también de lo que se puede alcanzar si nos comprometemos con este ejercicio espiritual.
A Elías se le conoce como el profeta del fuego porque cuando la adoración a Baal se expandía en detrimento del culto al verdadero Dios de Israel, convocó a todos los falsos profetas de esa maligna deidad a congregarse en el monte Carmelo donde Dios envió fuego a la ofrenda de este varón de Dios con lo que demostró que hay un solo Dios.
La pérfida idolatría del pueblo de Israel hizo que el país se convirtiera en un páramo donde no caía una gota de agua y los campos se secaban. Fue el propio Elías quien hizo el anuncio de una sequía severa que azotaría esa nación por su idolatría y paganismo. En 1º de Reyes 17:1 encontramos el siguiente texto:
Entonces, Elías tisbita, que era uno de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá ni lluvia ni rocío en esos años, sino por mi palabra.
Dios le habló y anunció que no llovería por muchos días y eso provocaría una terrible crisis de alimentos entre los hebreos, lo que sucedió en efecto de tal manera que los hombres buscaban ya no solo agua para sus bestias, sino para ellos mismos porque su escasez fue terrible.
Tiempo después el mismo Elías oró para que Dios hiciera llover nuevamente y eso ocurrió en efecto como nos dice el 1º Libro de Reyes 18:41-45 que dice así:
Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye. 42 Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas. 43 Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete veces. 44 A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te ataje. 45 Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel.
Una fe práctica para una vida práctica
Produce creyentes fervientes en oración
A. A pesar de nuestras debilidades
B. Para desafiar nuestra incredulidad
Santiago dice que Elías es un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras. La palabra pasiones procede del vocablo griego “homoiopathés” significa que tenía los mismos sentimientos o los mismo afectos como cualquier otro ser humano. En palabras corrientes Elías era tan humano como nosotros, es decir no era extraterrestre.
Pero, dice Santiago, oró fervientemente para que lloviera y no llovió, luego para que lloviera y volvió a llover. La palabra fervientemente que utiliza Santiago procede de la raíz griega “proseuché” que literalmente significa ir tras un deseo, es decir, orar con todo nuestro deseo creyendo que Dios nos oirá, sin espacio ni lugar para dudas.
Elías es el ejemplo de oración fervorosa que los creyentes requieren al pedir por los enfermos, según el contexto en el que Santiago hace la mención, pero también para toda clase de necesidad. Debemos orar siempre con mucho entusiasmo.
A. A pesar de nuestras debilidades
Debemos comprender que Santiago se refiere a las emociones que Elías experimentó cuando luchó contra la idolatría de su pueblo. Se sintió inmensamente solo que se lo dijo a Dios y el Señor le respondió que eso no era cierto, le dijo que aún había en Israel siete mil personas cuyas rodillas no se habían doblado ante Baal.
Pero quizá la manifestación más clara de su “debilidad” es su huida al monte de Horeb luego de que degolló a cuatrocientos profetas de Baal y la reina Jezabel lo amenazó con matarlo por haber hecho tal acción. 1º de Reyes 19:1-8 dice al respecto lo siguiente:
Acab dio a Jezabel la nueva de todo lo que Elías había hecho, y de cómo había matado a espada a todos los profetas. 2 Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. 3 Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. 4 Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. 5 Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. 6 Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. 7 Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. 8 Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios.
Claro que Elías tenía las mismas emociones que nosotros, pero era un hombre de oración, oraba fervientemente a Dios.
B. Para desafiar nuestra incredulidad
Elías oró dos veces por dos situaciones contrarias. Oró primero para que no lloviera y no llovió. Luego oró para que lloviera y llovió. La oración de este hombre desafió la incredulidad porque pidió a Dios por algo que estaba más allá de sus posibilidades o sus capacidades y que estaba en el terreno de Dios.
Su historia es un relato del tamaño de la fe que este hombre alcanzó y el libro de Santiago que habla precisamente de la fe no podía concluir sin mostrarnos a este formidable héroe de la fe que nos muestra que Dios solo espera corazones que tengan mucha confianza y seguridad en él.
Qué tremenda lección nos deja la vida de este hombre que si bien tenía emociones y sentimientos como los nuestros, también tenía una fe muy grande y que a la hora de enfrentar sus sentimientos la fe se sobreponía por encima de todo.