La Biblia dice en 2ª Corintios 11:26
“He viajado mucho, y me he visto en peligros de ríos, en peligros de ladrones, y en peligros entre mis paisanos y entre los extranjeros. También me he visto en peligros en la ciudad, en el campo y en el mar, y en peligros entre falsos hermanos.”
En este solo verso, Pablo repite en cinco ocasiones la palabra peligro. En el texto griego la palabra aparece ocho veces. La traducción dinámica que ha hecho la versión Dios Habla Hoy y otras versiones reducen el número de veces que el original contiene. La palabra procede “peligros” de la raíz griega “kindunos” y se usa solo nueve veces en el Nuevo Testamento.
Ocho veces en el pasaje que hoy meditamos y una vez en Romanos 8: 35 donde el apóstol dice “¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta?”.
Al repetir en ocho ocasiones la palabra “peligros” el apóstol Pablo tiene toda la intención de subrayar el carácter riesgoso de su labor. Era un evangelista, promotor de las buenas, nuevas y maestro de la naciente iglesia y su trabajo entrañaba riesgos. ¡Qué paradoja! Uno podría pensar qué de inseguro puede tener un empleo como ese.
Pero sí. La labor de Saulo de Tarso implicó peligros y los podemos detallar usando el texto original griego. Pablo arriesgó su vida: 1. Cuando cruzaba ríos. 2. Por ladrones que querían robarle. 3. Por los judíos que lo malquerían. 4. Por los gentiles. 5. En las ciudades. 6. En los desiertos. 7. En el mar y 8. Por los falsos hermanos.
El apóstol estaba muy conciente de todas las dificultades que lo rodeaban y no por ese se amilanó o se desánimo. Al contrario siempre tuvo el talante suficiente para enfrentar esas dificultades apoyado siempre en la confianza de que Dios siempre saldría en su auxilio, tal como sucedió hasta el día en que fue llevado al cielo.
La palabras de Pablo que hoy meditamos contrastan grandemente con nuestra forma de ver nuestra fe. Para muchos la fe es sinónimo de calma, quietud y tranquilidad, pero la realidad es que la fe siempre será nuestro ariete para enfrentar los peligros de toda clase hasta aquellos que nacen al encontrarnos a personas que se fingen hermanos.
Nos recuerda también que el peligro está allí al acecho, pero también como el propio Pablo sabía y estaba convencido: nada lo podría separar del amor de Cristo y con esa esperanza salía y viajaba. Trataba a judíos y gentiles y se movía entre personas que no eran sinceras ni leales.
Sí, la vida cristiana tiene riesgos, que gracias a Dios sortearemos con su infinita bondad.