La Biblia dice en Génesis 6:9
“Éstas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé.”
El libro de Génesis destaca a Noé porque vivió de manera distinta a todos los hombres de su generación. En medio de la violencia y corrupción Noé fue contracorriente y agradó a Dios con su determinación de ser diferente en un ambiente particularmente inclinado a la maldad y la confrontación contra Dios.
La versión de la Biblia Dios Habla Hoy nos muestra más claramente por qué Noé se salvó de la destrucción del diluvio junto con su esposa, sus tres hijos y tres nueras, expresando lo siguiente: “Esta es la historia de Noé. Noé era un hombre muy bueno, que siempre obedecía a Dios. Entre los hombres de su tiempo, solo él vivía de acuerdo a la voluntad de Dios.”
Eso no parecería gran mérito para muchos, pero lo sobresaliente en la vida de este santo varón de Dios fue que asumió esta conducta o asumió este estilo de vida cuando en su entorno nadie quería vivir así. Es más sus contemporáneos en realidad eran hostiles a todo lo que se relacionara con Dios.
El apóstol Pedro destaca esta virtud al definir a Noé como un “pregonero de justicia”, es decir como un predicador de una vida de rectitud en medio de una generación completamente apartada de los estándares que Dios demanda para el género humano sobre esta tierra.
La vida de Noé es un ejemplo para todos nosotros cuando nos encontramos en lugares donde las personas no quieren saber nada de Dios. En la escuela, en el trabajo, en nuestro vecindario y a veces, con tristeza y dolor, en nuestras familias encontramos personas muy opuestas a Dios, que parecen querer arrastrarnos a la maldad.
La sociedad es una sociedad cada vez más secularizada en todo el mundo. Es una sociedad que quiere menos de Dios y más del hombre, pero no lo bueno del hombre sino esa inclinación a la maldad y la perversión y en medio de ello los creyentes debemos resistir con mucha sabiduría y astucia.
La historia de Noé nos recuerda que con la gracia infinita de Dios podemos vencer al mundo que nos quiere atrapar en su estilo de vida, apartado de Dios. La fuerza del Espíritu Santo nos dará la convicción necesaria para mantenernos firmes en nuestra decisión de vivir para el Señor.