La Biblia dice en Jueces 3:2

“El Señor los dejó para que aprendieran a pelear los que nunca habían estado en el campo de batalla.”

Dios les ordenó a los judíos que a su llegada a la tierra prometida echaran de esos territorios a la naciones paganas que la habitaban para que no se contaminaran ni dejaran los santos caminos de Dios, pero un nutrido grupo de pueblos no fue expulsado del territorio judío y Dios lo permitió con fines pedagógicos: para enseñar a pelear a los que no lo habían hecho.

Es sumamente interesante como Dios permitió ciertas situaciones para enseñarle a su pueblo cosas que necesitaban saber y una de ella fue que conocieran lo significaba pelear, Dios quería que su pueblo supiera o conociera el sentido de batallar, luchar y sortear enfrentamientos con adversarios.

La intención es obvia: la gente debía comprender o entender las luchas que sus antepasados habían enfrentado para que valoraran y apreciaran los esfuerzos de quienes los antecedieron a fin de que pudiera reconocer que antes de ellos otros se habían hecho fuertes para que ellos disfrutaran de un lugar donde vivir.

Dios quería y quiere que los creyentes tengan mucha consideración del esfuerzo que se hizo por ellos debido a que en muy reiteradas ocasiones las personas que no saben el sacrificio que se tuvo que pagar y para ello emplea situaciones en las que pareciera que nos está castigando cuando en realidad nos está enseñando.

La pedagogía para aprender a valorar lo que recibimos como herencia de otros que se sacrificaron es fundamental para no tirar por la borda ni desperdeciar lo que se nos ha entregado como legado. Dios se vale de cierto tipo de circunstancias que nos hacen mirar con gratitud el trabajo de otros.

Porque no hay nada más lamentable que una persona que no gratifique y honre la labor de otros, no hay nada más triste que una persona que se sienta merecedora sin méritos de lo que otros han trabajado. Esa es una condición muy peligrosa para cualquier persona porque lo llevará a desperdiciar lo que a otros tanto les costó.

Un hijo que no valora el sacrificio de sus padres, un alumno que desperdicia la experiencia de un maestro y un esposo que no toma en cuenta el sacrificio de su esposa son sencillamente personas que merecen lo que tienen.

Indígena zapoteco de la sierra norte de Oaxaca, México. Sirvo a Cristo en la ciudad de Oaxaca junto con mi familia. Estoy seguro que la única transformación posible es la que nace de los corazones que son tocados por Dios a través de su palabra.

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