La Biblia dice en Jeremías 16:2
“No tendrás para ti mujer, ni tendrás hijos ni hijas en este lugar.”
Los profetas del Antiguo Testamento se entregaron a Dios de manera incondicional, de tal forma que sus proyectos de vida se sujetaron a los designios de Dios siempre. Dos ejemplos: Ezequiel perdió sus esposa y no hizo luto por ella porque Dios así se lo pidió. Oseas se casó con una prostituta porque el Señor le ordenó hacerlo.
En el caso de Jeremías Dios le pidió que no se casará ni tuviera hijos en Jerusalén. La razón fue la destrucción de esa ciudad que se avecinaba y que finalmente se cumplió con la invasión de los babilonios encabezados por Nabucodonosor que saquearon y quemaron la ciudad y exiliaron a la nobleza judía a Babilonia y a miles de judíos que fueron esclavizados.
Es evidente que el profeta atendió la solicitud de Dios y evitó casarse en la capital del imperio israelita y en consecuencia no tuvo hijos en esa ciudad. Muy probablemente el profeta tenía intenciones de casarse con alguna mujer de Jerusalén y por eso Dios le pidió que no hiciera vida familiar en ese lugar.
Y Jeremías, ante puso la voluntad de Dios a sus sentimientos y sus proyectos personales. La vida familiar claro que es la voluntad de Dios, pero ese proyecto, en el caso del profeta, tenía que esperar un poco más porque no existían las condiciones para llevarla a cabo. El vidente de Dios ni se precipitó y menos desatendió la demanda del Creador.
El profeta nos enseña mucho al escribir este texto que hoy meditamos porque nos muestra el gran interés que Dios tiene en nuestros planes, proyectos, metas, fines y anhelos. Hay lugares en los que sencillamente no podrán llevarse a cabo, pero en otros sí. Jeremías supo escuchar la voz de Dios y aceptar que en Jerusalén no tendría familia aunque lo quisiera.
Dios se reserva siempre su derecho de decidir por nosotros y claro que le tenemos que hacer caso porque siempre conoce el futuro mejor que cada uno de nosotros. De hecho nosotros no sabemos ni lo que pasará mañana, y en cambio Dios sí sabe lo que se avecina y puede auxiliarnos a la hora de tomar decisiones cruciales para nuestras vidas.
La vida familiar es mejor proyectarla con Cristo. Nunca se equivoca, sabe lo que es mejor para nosotros y sobre todo, nos puede compartir su conocimiento del futuro para saber qué hacer y qué no hacer.